No es fácil escribir en recuerdo de un peruano de biografía tan abundante como Celestino Kalinowski Villamonte (1924 – 1986). Una existencia caracterizada por la autenticidad que enaltece a hombres de bien. Evocar su obra es pertinente en un medio donde “nadie es profeta en su tierra”.
Fue descendiente de Juan Kalinowski, conocido en los principales museos y parques zoológicos de Europa porque solía viajar a distintas regiones del mundo en busca de animales y especies raras para disecar. Llegó al Perú y se estableció en la región de Marcapata (Cusco) donde fundó la hacienda Cadena e instaló su laboratorio de taxidermia. Sus trabajos eran financiados por el millonario benefactor polaco, el conde Braniski.
Celestino adquirió a finales de los años cuarenta una especialidad en Altas Técnicas de Museo en el Museo de Historia Natural de Chicago. Trabajó para esa entidad como colector, luego en la Dirección de Renaturalización y Formación de Dioramas, y en el curtido de pieles (1950 – 1953).
A la muerte de su padre, Celestino con su hermano Benedicto y su sobrino Alfredo Sumar Kalinowski asume la tarea iniciada por su progenitor. El Museo de Chicago lo mandó para colectar especimenes de aves y mamíferos hasta 1962.
Su talento y creatividad artística merecieron reconocimiento internacional. El director del Instituto Smithsonian, Dillon Ripley, le dirigió estas palabras: “Felicito a Ud. y deseo decirle que apreciamos mucho su magnífica colección. Estamos felices de tener esta admirable representación del oriente peruano”. Agradecimientos similares recibía de las universidades de Yale, Ontario y Filadelfia, así como de los museos de Chicago y París.
Mientras en el mundo se exhiben con admiración sus bellos dioramas, los peruanos solamente podemos observar una pequeña muestra de su arte en el pabellón de aves que lleva su nombre en el Patronato del Parque de Las Leyendas “Felipe Benavides Barreda”, organizado en 1964.
El esplendor de sus obras es descrito por la periodista Alfonsina Barrionuevo así: “Cuando él sea polvo, sus animales seguirán conservando su frescura, la brillantez de su plumaje o del pelaje, como si su genio hubiera detenido el tiempo en honor suyo”.
El Manu fue su gran sueño. Las apreciaciones de Kalinowski sobre este espacio de la naturaleza amazónica las transmitió al presidente del Patronato de Parques Nacionales y Zonales (Parnaz), Felipe Benavides, en su carta del 6 de enero de 1967: “Siempre, en el manifestado deseo de brindar mi máxima colaboración, me permito sugerir que a la brevedad posible, se disponga la medida proteccionista de declarar Zona Reservada, toda la hoyada del Manu, que con absoluta seguridad constituye la única zona en la que todavía existe la fauna y flora casi intacta o virgen”. El anhelo de Kalinowski era lograr la protección de este valioso paraje natural.
Benavides convenció al biólogo británico Ian Grimwood (ex director general de la Unión Mundial para la Naturaleza quien se encontraba en el Perú en visita de estudio) para realizar con Kalinowski una expedición hasta ese lugar y presentar los informes técnicos que sirvieron de sustento para reservar un área de 1´400.000 hectáreas con la finalidad de crear el Parque Nacional del Manu (1973).
Sus inquietudes no tuvieron límites. Por esa razón, el 28 de marzo de 1968, pidió al gobierno la constitución de un Museo de Historia Natural en el Manu para investigaciones científicas y culturales. “El museo servirá como muestrario de la enorme variedad de su fauna y flora, constituyendo un valioso aporte al desarrollo de las ciencias biológicas bastante olvidadas en nuestro país”, explicaba entusiasmado.
Deseoso de transmitir sus conocimientos a los jóvenes dedicados a la taxidermia, solicitó también la construcción de una escuela en el Cusco. Una vez más estas iniciativas se frustraron.
Recorrió profundamente nuestra amazonía y como resultado de sus exhaustivas indagaciones descubrió la especie de perdiz Tinamus osgoodi, dos nuevos mamíferos en el sur del Perú, un murciélago de la subfamilia Emballonuridae y un marsupial. Sus aportes están publicados en la revista Fieldiana Zoology.
Felipe Benavides alentó siempre los esfuerzos e iniciativas de tan ilustre taxidermista. Escribió el 5 de mayo de 1964 a la secretaria del Presidente de la República, Violeta Correa Miller, diciendo: “Los hermanos Celestino y Benedicto Kalinowski viven en el valle Manu y son los únicos blancos que habitan en esa extensa región que vienen recorriendo desde hace 25 años (…) Conoce muy bien el istmo de Fiscarreal, por vivir en esa zona. Tiene una serie de interesante sugerencias sobre el Proyecto de Colonización de la Marginal y colaborará en el futuro con el Patronato de Parques”.
De personalidad sencilla y discreta, así se refiere el estudioso británico Ian Grimwood: “Era un hombre notable y modesto; nació siendo naturalista, cuando lo conocí en el año 1966, venía coleccionando especímenes de un gran número de especies para los zoológicos más famosos de América y Europa. Él había descubierto el Opossum negro y muchas otras variedades de aves y mamíferos desconocidos para la ciencia. Los animales lo identificaban y los amahuaca lo respetaban. Sorprendía cómo era capaz de seducir (mediante imitación de sonidos) a los caimanes y así poderlos contar. Me enseñó cómo se podía atraer la curiosidad de la nutria gigante y poder nadar entre ellas”.
Naturalista por vocación, conocedor acucioso de nuestros recursos naturales, tesonero investigador de la selva peruana y artista renombrado. Celestino Kalinowski Villamonte nos ha legado su testimonio de desprendimiento, grandeza personal y, además, su intensa identificación con el Perú.
Nuestro homenaje de siempre para él.
Por Wilfredo Pérez Ruiz