El Perú fue uno de los países que recibió un gran contingente de mano de obra japonesa bajo la modalidad de contrato (1899-1923), así como en forma libre posterior a ella, por invitaciones de los familiares o por iniciativas propias. La mayoría de esos inmigrantes japoneses fueron desplazados para trabajar en las haciendas azucareras y algodoneras de la costa peruana y muy pocos a la selva tropical.
Los descendientes de esos inmigrantes, actualmente hasta la quinta generación, desconocen o tienen una idea equivocada de cómo y porqué llegaron sus antepasados a estas tierras tropicales, por lo que a estas alturas de la historia, considero conveniente que por lo menos tengan una idea del cómo arribaron a estas tierras de la Amazonía peruana y sobre todo que se sepa que existimos.
Según Isabelle Lausent, en su libro “Presencia de los japoneses en el eje Huanuco-Pucallpa”(pág. 5): “La Amazonía peruana, al igual que la zona costera, en las haciendas azucareras y algodoneras, también reclamaba mano de obra. Entre los años 1905-1909, a pedido de la Inca Rubber Company, la compañía Morioka y luego la Meiji Colonizatión Company, hicieron venir a 500 japoneses con el fin de recolectar el caucho de Tambopata; sin embargo, con la caída del precio del caucho y la consiguiente quiebra de las explotaciones locales, aquellos trabajadores japoneses se vieron liberados de sus contratos. Una parte se dispersa hacia el Brasil (Acre), otros a Bolivia (Riberalta, Cobija). Otra parte se queda en Madre de Dios, constituyendo pequeñas colonias agrícolas, al igual que otras formadas por otras nacionalidades. Su estatuto de colonos fue en este caso completamente accidental”.
Otros escritores como Hiroito Ota, en su análisis de los cien años de historia de la misión budista en el Perú, destaca que los misioneros budistas tenían intenciones de instalar en la zona de Tambopata una iglesia budista, ya que la compañía norteamericana “Inca Rubber Corporation”, estaba construyendo un camino de herradura entre la estación ferroviaria de Tirapata en Puno hasta un punto navegable en el río Tambopata (Astillero). Tal información es corroborado por las ONGs ITTO (Organización Internacional de las Maderas Tropicales) y AIDER (Asociación para la investigación y el desarrollo) al publicar su “Estudio socioeconómico de la comunidad nativa de Infierno” (pág. 17), que “entre 1902 y 1905, la compañía cauchera Inca Rubber Company construyó un camino de herradura entre Tirapata y Astillero y entre los años 1908-1910 esta compañía contrató trabajadores japoneses para estos puestos en la región”, motivando el aumento del tránsito sobre el río Tambopata y el asedio de los caucheros sobre la población nativa.
Del mismo modo, Juan García Morcillo en “Del caucho al oro-el proceso colonizador de Madre de Dios”, escribe (pág. 263) que ” los esfuerzos de las compañías Inca Minig Company y de la Inca Rubber Co., destinadas a bajar los costos de producción del caucho peruano, desviando la exportación hacia el suroeste vía Arequipa y el Puerto de Mollendo, se dedicaron a la construcción de un camino de mulas entre Astillero y Tirapata, en la zona selvática del departamento de Puno. Durante ocho años (1902-1910), se prolongaron los trabajos y se contrató 500 japoneses para las faenas propias de la explotación del caucho y también para el cultivo de las plantaciones de arroz y cría de ganado. Aunque esta carretera ponía a una importante zona cauchera – en combinación con el ferrocarril- solamente a una semana de viaje a Mollendo, la continua depreciación del caucho hizo que estas compañías abandonasen el proyecto; sin embargo, los japoneses continuaron llegando y paulatinamente se esparcieron por el Tambopata, dedicándose al comercio y la horticultura”
Aguas abajo de la ciudad de Puerto Maldonado, capital del departamento Madre de Dios, se encuentra la ciudad boliviana de Riberalta, fundada en el año 1894. En el portal “Una ventana de Riberalta al Mundo”, se señala que en ese contexto, informados del auge de la goma, cientos de japoneses abordaron batelones (embarcaciones rústicas) en Puerto Maldonado e ingresaron por las márgenes del río Madre de Dios hacia las comunidades del norte boliviano, en especial a Beni y, según datos de la Federación de Asociaciones Boliviano-Japonesas (FENABOJA), el primer grupo conformado por 93 personas concluyó su periplo en Riberalta en 1920. Además de trabajar en la siringa, los primeros japoneses que se asentaron en las barracas gomeras se desempeñaron como carpinteros, albañiles, peluqueros y agricultores. En efecto, el único sistema de transporte utilizado en la zona era el fluvial a través del río Madre de Dios-Beni, mediante embarcaciones a vapor para transportar principalmente el caucho.
Leyendo un artículo de Enrique Higa Sakuda, acerca de que nos faltan historias que contar, publicado por Discover Nikkei, se preguntaba: De los miles de japoneses que llegaron al Perú, ¿cuántos habrán llevado diarios? ¿Dónde estarán? ¿Cuántas grandes historias habría en ellos?. Muchas veces también me hacía esas preguntas hasta que me atreví a investigar y encontrar parte de esa historia pero que lamentablemente, muy poco o casi nada se ha escrito sobre ellos, quizás porque Madre de Dios como espacio territorial o económicamente no significamos casi nada. Hoy, a más de 100 años de creación política como departamento, aportamos como región apenas con el 0.4% al producto bruto interno del país, o sea, nada. Bajo ese escenario, ¿podría el agricultor japonés haberse desarrollado como ocurrió en la costa peruana o en la zona de Santa Cruz-Bolivia o en Sao Paulo-Brasil?. Realmente muy dificilmente por múltiples razones siendo la principal: la ausencia de infraestructura económica que permitiera integrar los mercados.
Apellidos japoneses como: Asakura, Horiuchi (Hori), Otzuka, Yamasaki, Yoshikawa, Nagarimori, Kameko, Mazuko, Koga, Ikeda, Takashima, Futakaki, Kaway, Isuyama, Fukumoto, Takahashi, Iguanaga, Okimura, Odagawa, Watanabe, Tamura, Nishizaka, Imura, Kano, Ioue, Noda, Osaki, Sato, Tabata, Miyashiro, Miura, Takashima, Nishida, Tanaka, Toyotomi, Nagay y muchos otros más, los llevan hoy sus descendientes, que forman la comunidad nikkei de Madre de Dios que bordea los 2,500 habitantes (la tercera a nivel nacional). La mayoría de japoneses, por no decir todos, fueron obligados a bautizarse y adquirir la religión católica como requisito para integrarse a la sociedad local y este acto simple a primera vista generó también el cambio de su nombre original.
Los restos de esos inmigrantes descansan en el cementerio de los Pioneros de Puerto Maldonado.
Santos Ikeda Yoshikawa